DOS

 

“Aquí, del otro lado del espejo”, cuento escrito entre Elisheba y Cuento Colectivo.



¿Qué tal si del otro lado de los reflejos hay vida? Siempre pienso al verme en el espejo, o mi reflejo en cualquier parte, qué tal que del otro lado haya vida y esos son los únicos momentos que nos cruzamos. ¿Qué tal que nosotros seamos el lado irreal? Me miro y me miro y me vuelvo a mirar. Paso mi mano por el cabello, reviso mis ojos, mi nariz, boca, ropa, etc. Todas las mañanas es el mismo ritual antes de salir.
Camino al trabajo, en el que siempre hago lo mismo, y me pregunto: ¿qué hará mi reflejo mientras estamos separados? Es una locura, sin duda, pero me mantiene ocupado todo el día. En la noche regreso a casa y no hago lo habitual: esta vez me dirijo al espejo y permanezco sentado frente a él horas, toda la noche, duermo frente a él. Me miro, ya es otro día, reviso mi aspecto mientras imagino al tipo del otro lado del reflejo, el tipo que no es yo y yo no soy él, pero somos el mismo.
Salgo al trabajo, reflexiono… llego a casa casi al final del día. De nuevo me siento frente al espejo. Así pasan dos semanas, realizando la misma acción que me hace caer en la monotonía hasta que, una noche, al llegar, mi reflejo ya me esperaba sentado del otro lado. No lo noté en un principio, pero al hacerlo permanecí ahí gran rato.
-Tú crees que yo soy tu reflejo- rompió el silencio su voz, que era igual a la mía.
-¿Disculpa? ¿Acabas de… de… hablarme…?- tartamudeé. Debo estar loco, pensé.
-No, no estás loco. A veces es bueno hablar con nuestro reflejo, y eso es lo que hago-.
-¿Qué dices?
-Digo que tú eres el reflejo y debes dejar de pensar ya lo contrario. Los mismos pensamientos no te llevan a nada.
-Te equivocas. Ya no digas nada, ni siquiera eres real.
Y así fue, el reflejo se quedó callado, sin vida, imitando mis movimientos; imitándolos en la misma forma en la que solía hacerlo siempre.
Desperté, me bañé y, al salir, noté algo diferente en el espejo: ¡No me veía ahí! Froté mis ojos, pero todo seguía igual. Me arreglé y peiné sin poder mirarme y salí a la calle. Caminaba de forma paranoica, en un principio, con el pensamiento de que la gente me miraba por mi aspecto extraño, pero al reflexionar me di cuenta de que era solo una ilusión. Sin embargo, la sensación seguía aunque nadie se encontrara cerca de mí.
Caminaba más y más aprisa, no sabía ni por qué. De pronto perdí el camino al trabajo, ya ni siquiera sabía a dónde me dirigía, sólo huía. Mientras corría me di cuenta, en una ventana, que se encontraba “él”, pero no seguía mis movimientos.
-¡No es así!- me dije –debo seguir soñando.
A pesar de que repetía esa última frase en mi cabeza sin parar, seguía huyendo y seguía viéndome en todas partes. Ya no era sólo en cristales, ventanas, autos, era también en edificios, casas, árboles. Mi imagen por todos lados, burlándose de mí y haciéndome dudar de ser yo el real.
Sin saber cómo, llegué a casa, al único lugar en el que creía que estaría seguro. Más tarde caí en el error de que había sido ahí en donde comenzó todo. Me di cuenta también de que mi reflejo estaba observándome desde una esquina, pero ya no era mi reflejo, ahora era algo similar a un clon, se había materializado.
Corrí al cuarto y noté que se encontraba de nuevo en el espejo y me miraba sonriente. No pude reprimir más mis impulsos y lo tiré. Mientras lo miraba en el suelo me di cuenta que, otra vez, él había escapado. No lo veía, pero sí escuchaba y su voz. Lo vi sentado en mi cama… me miraba. No supe qué fue lo que pasó por mi mente que me impulsó a golpear el espejo hasta estrellarlo.
Al hacerlo, noté que además de estrellarse el cristal, se le hizo una grieta al hombre; ahora era él el que tenía miedo. Continué sin detenerme hasta casi haberlo hecho polvo. De pronto me sentí débil, me sentí pesado, veía la habitación borrarse. Había acabado con mi pesadilla, había acabado con mi locura, había acabado con su vida, y a la vez con la mía.

 

“Arma de doble filo”

Y hubo un día que, definitivamente, mudó su vida entera a Facebook. De nada valía la vida tranquila y cómoda que tenía con Tatiana, una joven provinciana con la que llevaba varios años de casado. Desde que un amigo de la infancia lo había obligado a abrir una cuenta de Facebook con la idea de ubicar a los amigos del colegio y organizar una integración, el sitio se había convertido en una obsesión y un perfecto cómplice para revivir amores pasados, conocer mujeres de otras ciudades y hasta para concretar citas con compañeras del trabajo y amigas de su esposa.
Todo comenzó como un juego. Frases, palabras y personas que volvían a golpear en su vida, su nueva vida. La otra, la aburrida y cotidiana, había quedado atrás, mientras todos dormían en sus camas. Sin embargo, hubo un hecho, un evento que lo descolocó… una ausencia. No poder encontrar a su primer amor. “Si todos están en Facebook y ella no, algo malo debe haber ocurrido”, pensó una noche de calor.
Buscó y preguntó a los demás si sabían algo de ella, pero nadie sabía nada. Todos le habían perdido la pista desde el colegio. Enseguida pensó que algo terrible le tenía que haber pasado para no estar en la red social donde estaban todos. Buscó noticias en los periódicos, en las hemerotecas virtuales, puso su nombre en Google y en Twitter a ver si aparecía algo, no obstante, la búsqueda fue en vano. No estaba en ningún sitio.
Pensó en buscarla en las páginas amarillas, tal vez algún teléfono estuviera a su nombre. Eso también fue inútil. Entonces se le ocurrió. Insertó en el buscador de la red social el nombre de la hermana de su viejo amor. Su perfil apareció al instante. Entonces buscó en la lista de amigos de su hermana, foto por foto, hasta que encontró la suya. Sólo se podía ver su silueta y al parecer había cambiado su nombre, pero estaba seguro que era ella. ¡Por fin la había encontrado!
“¿Qué haces despierto a esta hora?” lo sorprendió su esposa. “Eh… terminando cosas de la oficina, ya casi voy”. “Sé que algo importante te sucede. He sentido tu ausencia en la cama estos últimos días”, le dijo Tatiana de forma tierna. “Algo importante”, la frase retumbó en su cabeza varias horas luego de que logró que su mujer se fuera a dormir nuevamente.
Qué tan importante podría ser aquella mujer que se burló de sus ideas infantiles de estar juntos para toda la vida y que al terminar el bachillerato le había terminado sin razón alguna. Desistió de la idea de agregarla a sus amigos de Facebook. Seguiría teniendo amigas ocasionales y evocando recuerdos con sus ex novias de la universidad a través del chat, pero a ella, la única mujer capaz de desestabilizar su tranquilo matrimonio, la dejaría en el anonimato, tal y como ella parecía que quería estar.
Volvió al cuarto y despertó a su esposa. “Es cierto que he estado ausente. Creo que dejé que esa máquina jugara con mi imaginación más de lo debido. Pero algo he aprendido y es que nunca más dejaré que esa ilusión de cercanía a los que están lejos que otorga internet me vuelva a separar de lo que tengo a mi lado, lo que de verdad es importante”.